sábado, 20 de septiembre de 2014

Tengo algo entre las manos pero no se lo que significa

Domingo


Hay una temporalidad que se desvirtúa algunas veces, como si de vez en cuando hubiese días más largos que otros, más chicles. Ese domingo una baba espesa me acompañó durante toda la tarde, por la cocina, por el baño, por el balcón. Baba. En mi cama la gata parecía estar ajena a todo, se estiraba tranquila, con el cuerpo y los ojos en reposo. Todo a media asta. La panza se le hinchaba despacio como un globo y los pelos se veían limpios bajo el rayo de luz que entraba por el vidrio de la ventana. La calma era como una sábana blanca que se iba apoyando en las cosas del cuarto.

Pero mi cabeza igual se abría como una flor con insistencias y deberes, con más insistencias y deberes que de costumbre. Florecían las cosas por hacer, un crecimiento introvertido, para adentro, de muchos “deberías”. La tarde del domingo se presentaba como una gran hoja cuadriculada, y yo queriendo llenar todos los cuadraditos: un tic acá y otro allá.

Pero para pelearla decidimos salir a correr, y después de dormir un rato nos calzamos la ropa, y empezamos al trote por el barrio, con el sol arriba pero en un clima liviano, flexible, y de fácil acceso. Un calor que no imponía resistencia al cuerpo. Las cuadras parecían una cama elástica, y las suelas de nuestras zapatillas se iban incrustando en esa lona verde que nos hacía ser como chitas. Yo me sentía un poco Bolt, liviana, llevando las piernas con el arco justo, pudiendo respirar con precisión, a intervalos idénticos y regulares. Porque, claro, la cantidad de aire que uno debe dejar ingresar es también algo calculable.

Algo nos acompañó de costado, invisible pero con consistencia en nuestro recorrido. Una espesura que nos envolvía mientras avanzamos esquivando a la gente, y dejábamos un poco de agua en las baldosas, en el aire. Eramos los corredores estrella, brillantes, dorados de transpiración. Sin permitir nunca que el agotamiento nos pare, corriendo hasta pasar el umbral del dolor y del cambio de aire. Que es como cruzar una puerta, y olvidarse de todo, quizás como entrar en ese famoso pasaje de luz que es la muerte, perder el sentido de uno mismo, ampliarse, abrirse. Ponerse un poco zen.

¿A donde queremos llegar?
No tenemos idea.

¿Te gusta como me quedan las calcitas?
Mucho
El bondi de los barras nos chifló, son todos putos
Na te chiflaban a vos, boluda

Y el sol que bajaba por la vidriera de la maderera nos puso más tibios, y sentimos que algo se nos erguía adentro, como una banderita. Fuimos organismos vitales haciendo la meditación, buscando una superficie en altura para elevar los pies y protegerlos de la nostalgia que avanzaba rastrera por lo bajo. Una renovación, un autoreciclaje.

Volvimos limpios y más aireados, como el chocolate, convencidos de entrenar hasta volvernos transparentes.  
Las redes sociales nos separán

miércoles, 10 de septiembre de 2014

lunes, 12 de marzo de 2012

Hoy llevé a mi sobrino al cine. Habíamos reservado con anticipación las entradas por internet pero me pasé por alto el detalle de que había que estar unos 50 minutos antes de la función para retirar la entrada. la chica de los boletos una vez que me aclaró con ganas la necesidad de ser estricto con las normas, me dio los mismos asientos que yo había reservado por internet porque en el cine, no había nadie.
Mi sobrino antonio estaba muy contento, me apretaba la mano con fuerza mientras me decía que nos apuremos, que no le importaba el pochoclo.
No Zofi, no quiero pochoclo, entremos más rápido.
Lo miré y me pareció sensato. Y me dió miedo no poder ser así también para él.
Sensata, te falta.
Cuando entramos antonio se puso los anteojos y el sillón le quedó grande, no sabia como acomodarse hasta que le mostré la necesidad del respaldo. la necesidad del apoyo y la cola atrás. En seguida antonio se acomodó con seguridad un poco más atrás. no me miró, no cuestionó. Hizo. Cola para atrás, espalda en apoyo.
Cuando arrancó la película lo escuché suspirar, lo noté aburrido, había muchas palabras y mucha trama finita, y el solamente quería superheroes, pero no había. Lo que se ofrecía era un huerfano, con otros poderes, pero no los que quería antonio. Sobre el final de la pelicula las cosas se pusieron mas melanco y dramáticas, antonio quise venir encima, yo abrí las piernas y lo contuve. Intenté no llorar, pero me creo mucho las peliculas, más en el cine. No se bien cual es la relación, pero las cosas parecen más reales cuanto más grandes. el volumen más alto, el 3 d. Parecen mis amigos, estoy adentro.
esto tiene que ser real.
Empecé a llorar, el cuerpo de antonio estaba blando sobre el mío, en confianza. Su cabeza entre la mía y mi hombro. Las lagrimas se me escapaban entre los anteojos y le mojaban la remera. Antonio no se movía, no se daba cuenta, o sí, pero eso no le molestaba.

jueves, 16 de febrero de 2012